“No puedes avanzar si no sabes a dónde vas.
Y no puedes saber a dónde vas si no sabes quién eres.”
Durante años confundí velocidad con dirección.
Confundí actividad con propósito.
Confundí reconocimiento con sentido.
Vivía ocupado.
Vivía productivo.
Vivía con resultados.
Pero muchas veces, esos resultados eran logros ajenos con mi nombre encima. Eran metas heredadas. Caminos prestados. Éxitos que se sentían huecos al llegar.
Parecía que tenía todo bajo control… pero por dentro, algo crujía.
El ruido que se disfraza de claridad
Había construido una carrera multifacética, lleno de proyectos, títulos, clientes, premios, lanzamientos. Me enorgullecía de ser una máquina de ejecución: rápido, eficiente, confiable.
Pero cuando bajaba el ritmo, cuando no había correos que responder ni pendientes que tachar, me encontraba con una pregunta incómoda:
¿Esto que estoy haciendo… realmente viene de mí?
Mi mente estaba saturada. Mi energía dispersa.
Y aunque avanzaba en muchas direcciones, no sabía si alguna de ellas era la mía.
En el fondo, no me faltaba visión.
Me faltaba claridad.
La claridad no grita. Susurra.
Mi primer encuentro real con la claridad no fue en medio de una tormenta de ideas… sino en medio del silencio más brutal que haya vivido.
Fue en Idyllwild, en el retiro que marcó un antes y un después.
Ahí, sin dispositivos, sin calendario, sin “deadline”, me senté frente a mí mismo.
No a mi versión profesional.
No al estratega.
No al fundador.
No al abogado.
Solo estaba yo. Con mis dudas, mis notas sueltas, mis listas inconclusas, mis heridas abiertas. Y con una necesidad silenciosa de entender.
Ahí me di cuenta de algo simple pero poderoso:
La claridad no se impone. Se permite.
Y para permitirla, tienes que dejar de correr.
Claridad no es saberlo todo. Es saber lo esencial.
Muchas veces creemos que tener claridad es tener un plan perfecto, una lista de objetivos detallada, una visión que nunca cambia.
Pero la verdadera claridad es mucho más honesta que eso.
Es saber qué sí y qué no.
Es reconocer lo que ya no.
Es aprender a decir todavía no.
Es distinguir entre lo que deseas porque te nace… y lo que persigues porque se espera de ti.
Es poder mirar tus metas y preguntarte:
¿Esto viene de mí?
¿O es una forma sofisticada de complacer?
La claridad como práctica (no como estado)
Hoy, la claridad no es algo que tengo. Es algo que practico.
Porque sé que se puede perder.
Y también sé que siempre se puede recuperar.
Por eso he construido rituales, preguntas, momentos de pausa para volver a mí:
Me reviso a mí mismo en ciclos.
Me doy permiso de soltar lo que ya no me representa.
Me obligo a diferenciar entre urgencia y relevancia.
Me recuerdo que decir sí sin convicción… es una forma lenta de traición.
No siempre lo tengo todo claro. Pero tengo el hábito de volver a mi norte.
Y eso cambia todo.
Crear sin claridad es sembrar en tierra ajena
En mi vida como creador y emprendedor, he aprendido que cuando uno crea sin claridad, lo único que produce es caos con buena intención.
Y el caos sostenido, por muy glamuroso que parezca, termina por romperte por dentro.
Hoy, antes de comenzar cualquier proyecto, me pregunto:
¿Esto está alineado con mi visión a largo plazo?
¿Esto honra mi voz y mi proceso?
¿Esto es crecimiento… o distracción disfrazada?
Porque ya aprendí que una oportunidad no siempre es un camino.
Y que un “sí” sin claridad tiene un costo alto: tu energía, tu enfoque, tu paz.
Claridad: el primer pilar, el primer paso
Por eso en el marco CREATE, la claridad no es casualidad.
Es el pilar que todo lo sostiene.
No puedes ser resiliente si no sabes para qué resistes.
No puedes ejecutar si no sabes hacia dónde.
No puedes ser auténtico si no te has encontrado.
No puedes transformarte si no sabes desde dónde partes.
Y no puedes empoderar a nadie… si no tienes claridad sobre lo que tú representas.
Preguntas que te invito a hacerte
Para cerrar este capítulo, quiero regalarte algunas preguntas que me han servido como brújula cuando la niebla aparece:
¿Qué me está pidiendo mi momento actual?
¿Qué necesito soltar para volver a mí?
¿Cuáles son las tres cosas que más energía me dan hoy?
¿Qué versión de mí estoy alimentando con esta decisión?
¿Estoy avanzando o solo moviéndome?
Volver a ti no es egoísmo. Es origen.
La claridad no siempre es cómoda. A veces duele.
Porque te muestra dónde has estado mintiéndote.
Dónde has cedido por miedo.
Dónde has avanzado sin dirección.
Pero también es profundamente liberadora.
Te devuelve a tu centro.
Te alinea con lo que importa.
Te recuerda que el ruido no es estrategia.
Crear desde adentro comienza aquí.
Con un acto de honestidad.
Con un “basta”.
Con un “ya no más”.
Con un “esto sí es mío”.
Y tú, ¿qué necesitas soltar para volver a ver con claridad?